Lastimosamente, esta aceptación tranquila del adjetivo mocoso, refleja nuestro conformismo con una
realidad que debería urgirnos cambiar. La invasión del MOCO debe parar. El adjetivo mocoso describe a un niño distante de estar sano. Ha llegado el momento de decir: ¡Basta ya! ¡Adios moco! ¡Fuchi-fuchi! Au voir!
Desafortunadamente,
el problema no es reciente; ya ha cavado raíces profundas gracias a la
industria lechera y su gran propagandismo.
Nos hemos educado en una cultura en la que se idolatra la importancia
del consumo de la leche durante la infancia, la niñez, la juventud, la edad
adulta y la vejez; es decir, desde que nacemos hasta que morimos. No importa el género o la edad, siempre hay una excusa
para tomar leche y mucha gente parece pensar que sin la leche uno no podría vivir.
En
inglés, existe un logo comercial constante que dice: Milk Does a Body
Good: La Leche Beneficia tu Cuerpo y va generalmente acompañado de la foto de
una persona atractiva con un bigotito blanco.
El problema es que ese slogan está muy lejos de la verdad: la leche que estos comerciales
promueven no nos hace bien.
El bigotito blanco
en realidad se lleva bajo la nariz y se llama MOCO.
La leche es una alimento que Dios ha creado para
alimentar a los miles de mamíferos en este planeta solamente hasta que éstos
puedan alimentarse por sí mismos.
Después de esta etapa, solamente el hombre se obstina en seguir tomando
leche. Pero el problema se complica aún más cuando cambiamos la leche
saludable de mamá por la leche de un animal que no fue creado para alimentar a
un mamífero de dos piernas y un cerebro pensante. La leche de vaca fue creada para alimentar a
un ternero, no a un toro o una vaca; porque hasta un ternero deja de tomar leche cuando acaba
su infancia.
Ahora
bien, para rematar el problema, no sólo forzamos a nuestro cuerpo a ingerir un
alimento que no fue creado para nosotros, sino que nos hemos puesto a experimentar con él. En las últimas décadas la onda de la pasteurización de la leche no ha descansado hasta
quitarle a ese alimento las enzimas digestivas que originalmente lo acompañan en su estado crudo y natural. Quitarle a un alimento que no fue creado para el hombre, las enzimas que ayudan a digerirlo, es verdaderamente un crimen.
Al
pasteurizar la leche a temperaturas a las cuales no sobrevive ningún alimento
sin perder un enorme porcentaje de su valor nutricional, ésta abandona todo su
valor probiótico, sus enzimas y su riqueza natural. Lo que nos queda es precisamente lo que nos hace
mal: la lactosa y la caseína. Estas son las proteínas responsables
de los millones de casos de alergias y efectos dopamínicos en los niños y de las intolerancias digestivas en
muchos adultos. Los casos de alergias, astma, déficit de atención e intolerancias a la lactosa se han esparcido como pólvora en estas últimas
décadas. ¿Cuál es el componente tóxico responsable esta vez? Ta ta ta tán.... La leche pasteurizada.
En resumen:
La leche pasterurizada causa que los niños sufran alergias a
diferentes niveles e inclusive desórdenes de atención causados por la inhabilidad de digerir proteínas complejas como la lactosa y la caseína. ¿Por qué? Porque una leche sin enzimas no puede ayudar a una buena digestión. La lactosa y la
caseína no digeridas causan estragos severos en nuestro cuerpo y aun más en el de un niño.
Lo triste es que en los niños que ya de por sí presentan fragilidad o toxicidad hacia
otros componentes del medio ambiente, la adición de la leche pasteurizada en su dieta podría ser realmente la gota que derramará el vaso. El consumo de leche pasteurizada está estrechamente vinculado no sólo a problemas respiratorios sino inclusive a problemas de comportamiento o atención tanto leves como severos. Al presentarnos con este dilema, muchos padres apuntamos a todas partes en búsqueda de un culpable,
cuando el asesino está allí, frente a nuestras narices, riéndose a carcajadas cada vez que abrimos el refrigerador!
Repito entonces que ha llegado el momento de respirar profundo, ponernos la mano al pecho y decir con gran determinación: "al diablo contigo invasor, fuera de mi refrigerador!
Excelente articulo, tiene sentido tu percepcion sobre la leche, no se puede quitar la leche de la dieta diaria de una persona de la noche a la manana, pero hay considerar algunas otras opciones, me gustaria poder saber de algunas alternativas de como tener una fuente de calcio alternativa para alimentacion de mis ninos si optase por ir prescindiendo de los lacteos, sigue adelante y muchas gracias por compartir esta informacion.
ResponderEliminarGracias por tu comentario, Ernesto.
ResponderEliminarJustamente estoy por incluir un artículo que explica cómo podemos lograr obtener e inclusive multiplicar los valores probióticos de la leche, mantener vivas sus enzimas y disfrutar de su calcio. El artículo se va a titular: La Resurrección de la Leche Cruda. Espero lo sigas.
¡Salud!
Completamente de acuerdo. A mi hijo que sufria de mocos y tos en las noches. Se le quitaron los dos symptomas como por encanto, despues de parar la leche de vaca. Pero ahora me pregunto como no pasa exactamente lo mismo con el queso. Claro que cuando come muchos quesos o huevos por dias seguidos como que se le congestiona un poquitin la nariz. Love your blog Alicia. God bless you and Ryan!
ResponderEliminarLiz,
ResponderEliminarEn el caso del queso, la leche empieza un proceso de fermentación. Toda fermentación ayuda total o parcialmente con la digestión de la lactosa y caseína. Tal vez esa sea la razón por la que el queso no haya sido tan dáñino en el caso de Dylan. De todos modos, cada queso pasa por procesos diferentes de fermentación que podrían o no incluir una pasteurización previa; así que su grado de toxicidad en el niño va a variar de acuerdo a ello.
Gracias por tu comentario :-)